Imposibles.
Ella me cortó las alas y dijo: “Vuela”.
Rompió mis huesos y dijo: “Ven”.
Tapó mis ojos y me dijo: “Mírame”.
Me atragantó con promesas y dijo: “Diles”.
Me rajó los labios y dijo: “Estás tan guapa cuando sonríes…”.
Me arañó la espalda y dijo: “Llévame”.
Se perdió en mis muslos y me dijo: “No grites”.
Enloqueció mi reloj y dijo: “No tardes”.
Hizo a mi brújula perder el sur y me dijo: “Baja”.
Mordió mis pies y me dijo: “Baila para mí”.
Embriagó mis oídos con boleros y me dijo: “Nunca escuchas”.
Me cortó los dedos y dijo: “Hazme temblar”.
Me cosió la lengua y dijo: “Uno de Neruda”.
Me apagó la voz y dijo: “Más fuerte”.
Ella me vestía de imposibles
e invitaba a mi espejo a no mirarme.
Llenó mi papel de versos frustrados
y mi memoria de su nombre.
Y me dijo: "Ahora, bórrame".
El poema narra algo profundamente desgarrador, tiene una belleza inquietante en cómo plasma ese caos emocional. Es casi como si la voz narrativa estuviera atrapada entre la fascinación y el dolor, pintando un cuadro lleno de cicatrices, pero con una cierta veneración hacia quien las dejó.
ResponderEliminarCurioso también cómo, a pesar de la crudeza, hay algo en las palabras que sugiere entrega, como si el sufrimiento fuera el precio de algo más grande: amor, obsesión, o incluso una forma de inspiración. Parece que ese "bórrame" final podría ser el clímax de esa ironía, casi como si estuviera pidiendo lo imposible.