El tiempo ha pintado las calles del mismo color
Son las ocho. Despierta. Toca las sábanas y, junto a ella, la parte fría y deshecha. Aún no se ha ido. Ella, con lágrimas en los ojos, esas que se nos escapan cuando nos vemos sin fuerzas para afrontar lo que viene de camino, lo inevitable, se levanta deprisa y corre escaleras abajo hasta donde él la espera. En el armario ve menos ropa, y cajones vacíos parecen gritar la ausencia tan fuerte que estallarían sus oídos. Él, con una maleta en la mano, dice " es la hora ". Juntos, cierran la puerta y bajan la calle en silencio. Juntos, son protagonistas del final de la historia más bonita de la Historia. Pero ella no quiere saberlo. Por eso canta, va cantando como un niña a la que le dicen que va a ir a un gran parque con columpios de colores, en lugar de al cole. Canta muy fuerte, creyendo que él la escucha. Pero él ya está muy lejos, desde hace tiempo; desde que sonó el primer crujido. Y no puede oirla. Ella está sola. Se adelanta. Toca su mano. Sigue sonriendo. Ve la vía del tr